La regla de los tercios en el cine, base del aprendizaje que se termina por olvidar
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Cuando estaba estudiando cinematografía en TACE allá en los finales de los 80, Villalba sin duda uno de los mejores directores de fotografía en España de aquella época me enseñó junto con el director Manuel Mur Oti, qué era la regla de los tercios. Recuerdo que para que entendiera mejor la importancia del encuadre y la situación y por qué de las cosas en la composición del mismo, Mur Oti me invitó al Museo del Prado de Madrid. Fue una velada inolvidable y una experiencia de la que supe sacar mucho provecho para mi futuro profesional. En la regla, vi la solución a todos mis males, a mis indecisiones encuadrando. Pensé ¡Pon lo que quieras destacar en uno de estos cuatro puntos, y listo!, me decía. Así de sencillo, así de mágico.
Tenía que haber desconfiado de la simpleza que da la juventud pues la vida te demuestra que las cosas no son tan sencillas como pueden parecer a primera vista.
Villaba me revelo que la regla de los tercios estaba respaldada por la proporción áurea, la que usaban los griegos en su arquitectura perfectamente compuesta, y eso ya me pareció un poco más complicado, pero estaba ante verdaderos maestros de la historia del cine español y por lo tanto uno se estudiaba hasta la guía telefónica si hacía falta o lo que le pidieran por conseguir ir con ellos como meritorio a un rodaje.
"Oye niño" se le llamaba a ese puesto. "Oye niño tráeme un café" “Oye niño donde está el director" “oye niño” para todo. En aquella época uno se fiaba de las cosas que hacían sus mayores, muy listos ellos, no como el tú o yo de entonces, simple aprendiz de director o lo que quisiera ser, al que le costaba saber qué número f tienes que poner en la cámara.
¡Como para complicarme la vida no haciéndoles caso con la composición!
Y como el cine se aprende haciendo cine por mucho que en la universidad se empeñen en contarte historias, todo me sonaba muy complicado desde el concepto y como entonces no existía el vídeo familiar y menos un teléfono móvil, mejor era armarse de lápiz en mano, copiar lo que me decían y no complicarse más. Total, ¿para qué perder el tiempo pensando en cómo arias algo si no podías tocar la cámara y menos poner el motor en marcha?
No como ahora que la cámara puede exponer correctamente, enfocar y hace mil historias más muy complicadas, eso de encuadrar no podía ser para tanto. pues era simplemente mirar por el visor (por entonces no eran reflex)
Así que cuando pude seguí a rajatabla las dichosas líneas en los tercios y los puntos mágicos de intersección, cual mandamiento fotográfico inamovible para poder encuadrar correctamente. Al principio de comprar mi primera cámara de 16 mm todo bien y fácil. Pero poco a poco me di cuenta cuando montaba a ritmo de corte de tijera y celofán, que finalmente todo era igual, demasiado estático y aburrido terminaba siendo mi pobre narrativa.
Me era tan fácil ir a las salas de cine y ver como los grandes directores de aquella época que tanto me gustaban (Stanley Kubrick y el jovencísimo Steven Spielberg, etc.) cómo en sus películas me parecía sobre la marcha plano a plano, en cada secuencia, marcar mentalmente las diagonales de la imagen, las que no tenían nada importante en los “puntos mágicos”, las que a primera vista no cumplían ninguna línea de la dichosa regla, y las que, oh sacrilegio, ¡centraban el motivo justo en el medio! ...
¿Entonces sería que estos genios de la nueva ola estaban rompiendo las reglas?
La duda la elevé a los altares de la Asociación de Técnicos Cinematográficos de España, preguntando a mis maestros lo que había visto y preguntando ¿el porqué de romper la regla de los tercios si era tan efectiva y quedando tan bien en pantalla? Y la contestación Don Antonio Rojo Presidente del sindicato vertical y el maestro de los maestros de montaje del cine español, fue contundente.
"Las reglas están para seguirlas cuando estás aprendiendo, por tu bien, no para andar rompiéndolas a diestro y siniestro. Pero cuando se dominan, la investigación y evolución sobre tu conocimiento hará que algunas las rompas obligatoriamente para seguir creciendo". Que la regla de los tercios no es ninguna regla ni fórmula maravillosa, tan sólo es una de tantas proporciones agradables a nuestro modo de ver. Al igual que lo es la simetría (50/50), la proporción áurea, la simetría dinámica, la proporción cordobesa, la proporción de Pareto, etc.…
La proporción perfecta, no existe. Si queremos que nuestras ideas encajen en el cine con lo que filmamos debemos utilizar además de la estética la lógica. Es imposible que todo encaje perfectamente desde la matemática si lo que estamos buscando son sensaciones, y para conseguirlo, tenemos que saber que proporciones hay, ver cuál nos interesa, y aplicarla en su encuadre correspondiente dependiendo de la toma y la narrativa que marque la secuencia para que nuestro mensaje sea fácil de entender tanto por los que saben de fotografía como por los que no (esto no se hace en una tarde y menos en clases eternas teóricas en el aula de la facultad)
Aprende a crear un storyboard de un guión que hayas estudiado plano a plano, por qué por pro qué, desglosado narrativa y cinematográficamente. Cumple con el planing de trabajo en las convocatorias y no esperes a que nadie te deje una cámara al final de semestre, hazlo con tu teléfono y móntalo con el editor que puedas. De la sonorización hablaremos otro día.
¡Oye niño! Haz cine con tu teléfono celular, hazme caso.
Saludos
Posdata te dejo unos ejemplos como la regla de los tercios se rompe para dar más dramatismo a la imagen.
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laurentino.m@dlminternacional.com
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laurentinomartinvilla@gmail.com