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Claves para cambiar un sistema educativo agotado en Colombia



Claves para cambiar un sistema educativo agotado en Colombia.

“Si te esfuerzas en la escuela, podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. La frase, que hasta bien poco era el dogma de las escuelas, se ha convertido en una afirmación que pocos se atreven ya a pronunciar quizá por pena a la realidad laboral de nuestros egresados. El debate educativo ha sido una constante en la reciente historia de la democracia Colombiana, pero parece que estamos viviendo un punto de inflexión con motivo de la crisis... ¿de ideas?. Sir Ken Robinson, escritor y conferenciante británico y uno de los mayores expertos mundiales sobre temas educativos, planteó en una charla dada en la Royal Society for the encouragement of Arts, Manufactures and Commerce de Gran Bretaña, la necesidad de una transformación de fondo en el modelo educativo occidental que, asegura, no ha cambiado gran cosa desde su invención en el siglo XIX. La charla, convertida en animación por un ilustrador, está dando la vuelta al mundo a través de Youtube, y sus reflexiones no han pasado desapercibidas.

1. Una reforma necesaria

Todas las naciones del mundo están reformando la educación pública. Hay dos razones para ello: una económica –¿Cómo podemos educar a nuestros hijos para que encuentren su sitio en las economías del siglo XXI, si ni siquiera sabemos cuál va a ser el estado de la economía al finalizar la semana?–, y otra cultural –¿cómo educamos a nuestros hijos en un mundo globalizado sin que pierdan su identidad cultural?–.

El problema, explica Robinson, es que en general en el mundo y en particular en Colombia estamos construyendo el futuro haciendo lo mismo que hicimos en el pasado y mientras, estamos alienando a millones de niños que no ven ningún futuro yendo a la escuela pues terminan su bachillerato siendo en su mayoría analfabetos digitales en competencias.

Elevar los estándares educativos no arreglaría nada. Cuando vamos a la escuela nos trasmiten la idea de que “si te esfuerzas podrás estudiar una buena carrera y tendrás el trabajo asegurado”. Los niños ya no se creen esto y no les falta razón. Es evidente que es mejor tener una carrera que no tenerla, pero ya nada te asegura que vas a encontrar un trabajo digno, particularmente si la ruta para conseguirlo pasa por renunciar a muchas de las cosas que uno considera importantes acerca de sí mismo. Por lo tanto elevar los estándares educativos, una de las propuestas más frecuentes por eruditos de la educación en nuestro país para solucionar este problema, no arreglará nada, pues no apunta a la médula del problema.


2. Un sistema caduco

El foco de la cuestión es que el actual sistema educativo fue diseñado, concebido y estructurado para una época distinta y políticos, gestores y docentes no se atreven a indagar e investigar en el cambio porque desconocen cual es el camino a seguir. Se concibió en la Ilustración y en el entorno económico de la revolución industrial. Antes de esto no había sistemas de educación pública; sólo podías ir a colegios de Jesuitas si tenías el dinero para pagarlos.

La educación pública, pagada mediante impuestos, obligatoria para todos y gratuita, era una idea revolucionaria. Mucha gente se opuso a ella. Pensaban que no era viable que los chicos de las calles y los hijos de los obreros se beneficiaran de la educación pública, pues iban a ser incapaces de aprender a leer y escribir.

El modelo de educación pública mal entendida ha causado el caos en la vida de muchas personas, no es cuestión de cantidad estadística sino de calidad personalizada, pero eso sería otro tema. El cambio fue capitaneado por el imperativo económico de la época, pero detrás de este había un modelo intelectual asumido: la esencia del pensamiento ilustrado, que se basaba en el razonamiento deductivo y, originalmente, en el conocimiento de los clásicos. Esto configuraba “la mentalidad académica”. Este modelo intelectual está en los genes mismos del sistema de educación pública en nuestro país que divide a las personas en dos tipos: los “académicos” (gente inteligente) y los “no académicos” (no inteligentes). La consecuencia de esto es que mucha gente brillante cree que no lo es, porque han sido juzgados mediante la óptica de un pensamiento concreto, el de la Ilustración.

3. La justificación de un sistema anticuado e ineficaz es el TDAH, (El trastorno por déficit de atención con hiperactividad) una epidemia ficticia.

Yo soy uno más entre los muchos niños en el mundo que después de haber sido "evaluado" como polimata o superdotación intelectual (89) nunca me explicaron lo que era, se justificó mi dificultad de aprendizaje (sobre todo de memorización) debido al famoso trastorno por déficit de atención con hiperactividad. El tiempo me demostró afortunadamente que eran otros los que realmente estaban trastornados.

El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es considerado una epidemia moderna, que se atribuye a entre un 6% y un 12% de todos los niños en edad escolar.

Para Robinson esta epidemia es “tan equivocada como ficticia”: “Los niños afectados están siendo medicados de forma rutinaria. Se trata de una moda médica. Vivimos en el periodo más estimulante de la historia de la tierra. Nuestros jóvenes y niños están sobrecargados de información y pueden centrar su atención en cualquier cosa: ordenadores, móviles, la publicidad, la televisión… Los regañamos por distraerse y queremos que se concentren en cosas aburridas, como la mayor parte de lo que se enseña en la escuela no por su contenido sino por su continente. Creo que no es una coincidencia que el TDAH haya aumentado a la par que los test estandarizados en la actualidad. A estos niños les están dando Ritalin y otro tipo de drogas con frecuencia peligrosas para que se centren y se calmen”. Una forma muy inteligente por parte de las instituciones y el estado de enfrentarse al problema.

4. Una educación estandarizada.

No deberíamos perpetuar la mentalidad industrial y más cuando estamos inmersos en la digital. Tenemos un sistema educativo modelado según los intereses de la Industrialización, que es la época en la que se creó. Las escuelas están organizadas como fábricas: tienen timbres, instalaciones y materias diferenciadas, se educa a los niños en lotes por edades… Robinson se pregunta ¿por qué hacemos eso? ¿Es la edad lo más importante que tienen los niños en común? ¿Es la fecha de fabricación lo más importante?: “Conozco a niños mucho mejores que otros de su edad en distintas disciplinas, o niños que rinden más a distintas horas del día, o que son mejores en pequeños grupos, o en grandes, o solos…”

Si estamos interesados en cambiar el modelo educativo no deberíamos perpetuar la mentalidad industrial, la estandarización, la UNESCO lo señala pero el sentido común, que debemos conseguir la transversatilidad en la formación a partir de la personalización.

Robinson precisamente propone ir exactamente en esta dirección es decir en la dirección contraria a la actual.

5. El pensamiento divergente.

Al igual que el Señor Robinson creo soy uno más entre miles de educadores o profesionales que cree que debemos fomentar el pensamiento divergente. No es lo mismo que la creatividad, que se define como el proceso para tener ideas originales que son valiosas, pero sí es una condición esencial de ésta. Es la capacidad para ver muchas respuestas posibles a una pregunta, o muchas formas de interpretarla; para tener pensamientos laterales –tal como los definió Edward De Bono–, no sólo lineales o convergentes; en definitiva, la capacidad para saber que no sólo hay una respuesta correcta.

Gran parte del proceso cognitivo ocurre en grupo y la colaboración es parte del crecimiento. Según un estudio, reflejado por George Land y Beth Jarman en su libro Breakpoint and Beyond: Mastering the Future Today, el pensamiento divergente disminuye a medida que los niños crecen. Esta capacidad debería ir mejorando con el tiempo, pero ocurre justo lo contrario. Todos la tenemos desde la infancia, pero se va deteriorando... ¿o será que el sistema lo anula?. Tal como explica Sir Ken Robinson, “los niños crecen en un sistema educativo, durante 10 años, en el que saben que hay una respuesta distinta, pero no se les permite utilizarla. No se puede mirar a los compañeros, ni copiarles, algo que fuera de la escuela en el mundo empresarial para el que los preparamos... se conoce como colaboración”.

finalmente, “esto no sucede porque los profesores lo quieran que sus alumnos no terminen bien preparados y con capacidades que les permitan sobrevivir al entorno laboral de futuro con dignidad y solvencia, sino porque el sistema funciona así, porque está en los genes de la educación. Debemos que atrevernos a cambiar a investigar desde nuestras instituciones gubernamentales, pensar diferente sobre las capacidades humanas, debemos sobrepasar las antiguas concepciones que dividen todo entre académico y no académico, abstracto o teórico… Hay que verlo como lo que es: un mito imposible de seguir alimentando. Debemos entender que gran parte del proceso cognitivo ocurre en grupo y que la colaboración es parte del crecimiento. Si separamos a los niños, y les juzgamos de forma distinta, les apartamos de lo que debería ser el proceso natural de aprendizaje: en grupo.

Desafortunadamente esto está en los hábitos de las instituciones y el hábitat de aquellos que las ocupan”.

¿Quién le pondrá el cascabel al gato en nuestro país? Yo he hablado con el gato y el gato quiere el cascabel.

 

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